La primera idea me sugería parar en la "Dune de Pilat", muy cerca de Burdeos, pero teniendo los cuadriceps mal subir la duna más grande de Europa me parecía hacer el gilipoyas y arriesgarme a pasar un mal fin de semana, así que opté por saltarme esa parada (ya iré algun otro día a ver eso). Por tanto, seguí andando en moto hasta La Rochelle, donde paré para comer y dar un paseo. Es un pueblo muy bonito, pero está demasiado masificado. Hay muchisimos turistas y resulta pesado pasear con la ropa de la moto y más de 30ºC entre tantísima gente. De todas formas tiene un puerto digno de ver...
Un pueblito medieval, con casas viejas y una hermosa puerta que daba acceso desde la zona portuaria al centro de la ciudad:
Y despues de una horita de paseo por este hermoso pueblo, cogí la moto y proseguí mi viaje hacia Rennes, donde llegué sobre las 18:30 de la tarde. Alli me esperaba Marine, una simpatiquísima chica que merece la pena conocer y que, yo tuve la suerte de que me alojara en su casa. Me enseñó la ciudad, me llevó a cenar unos estupendos mejillones y un creppe y, de ahí, a la camita que el cuerpo estaba agotado del viaje y al día siguiente había que madrugar para ver la costa norte de la Bretaña.
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