Cruzar Eurasia en Autostop (I. Parte - Vladivostok- Irkutsk)

Un curso escolar entero pensando en cruzar Rusia en Autoestop y, por fin, llegó el verano...

La idea era cruzar desde Vladivostok a Moscú a dedo en dos meses, aunque por temas de visados y por no poder extender el mio, tuvimos que ir variando los planes. Así que tuvimos que coger dos aviones, el primero nos llevó a Moscú, donde estuvimos dos días visitando la capital de Rusia. Es una ciudad grande, ruidosa y resulta muy caótica para el turista. La gente anda en manada y a toda prisa, con lo que en muchas ocasiones, como es el caso del metro, la marea te mueve sin que te de tiempo a interpretar los carteles que están escritos en cirílico.
Moscú nos da para mucho, sobre todo para hacer turismo, porque no nos hemos alojado con couchsurfing esta primera noche y no conocemos a nadie aquí que nos enseñe la ciudad desde dentro. Así que la vemos como la inmensa mayoría, como meros turistas.


A la noche siguiente cogemos un avión a Vladivostok, toda la noche de viaje, acabamos de atravesar nueve franjas horarias. Además no conseguimos dormir, mañana va a ser un día duro.


Llegamos a Vladivostok (500.000 habitantes) a la mañana pero nuestra anfitriona de couchsurfing en esta ciudad no puede recibirnos hasta la noche, aprovechamos para dar un paseo, aunque la noche sin dormir y el incesante sirimiri no nos ayuda mucho, además de imposibilitarnos descansar.

Vladivostok es una ciudad cara, entre bastante y muy cara. Es el resultado de que esté tan a desmano y tengan que transportar todo hasta allí. Digamos que Vladivostok tiene que importar todo y, salvo los coches que los traen directamente de Japón y, por cercanía son más baratos que en el resto de Rusia, todo lo demás cuesta mucho más. Esta ciudad, además, es la estación final del ferrocarril transsiberiano que, tanta y tanta gente, hace como ruta de aventura al año. También podríamos hacerlo nosotros en tren, estamos en el final de muchos, que podría ser nuestro comienzo. Pero el nuestro será Rusia en autostop o no será.



Esta ciudad fue una ciudad fantasma en la URSS, pues aquí se escondía una de las flotas de submarinos nucleares más grandes del ejercito Ruso. Para entrar aquí hacía falta un visado especial y un montón de trámites nada sencillos. Nosotros llegamos sin problemas con nuestros pasaportes en regla y el Visado Turístico Ruso (30 días de visado). De aquella grandiosa flota quedan monumentos, todavía se ven algunas fragatas en el puerto, etc. Pero, por lo demás, es una ciudad. No le encontramos mayor encanto que otras. Será por el tiempo, pero la gente también parece distante y sombría. De hecho, hemos estado sacando fotos por todos lados, "¿sois espías?" ha sido lo primero que nos han preguntado. La primera vez nos ha hecho gracia, incluso la segunda, pero después de la tercera hemos empezado a darnos cuentas de que esta gente aun vive con un tremendo miedo infundido por el Gobierno Ruso en tiempos pasados.




A la tarde nos reunimos con Olga, nuestra host, nos cocina algo y nos cuenta muchísimas cosas sobre Rusia, sobre Vladivostok, sobre su familia y de cómo ella emigró de un pueblito pequeño más al norte a una gran ciudad para tener más oportunidades de realizarse profesionalmente. Cada persona que conocemos en una pequeña biografía de Rusia. La primera noche nos cocina ella, pues no hemos comprado nada, pero la segunda le sorprendemos a la vuelta del trabajo con una fantástica cena.


Esta mañana empieza nuestra aventura en autostop, vamos a hacer dedo hasta Bikin (27000 habitantes en el valle), un pequeño pueblo a mitad de camino de Khabarovsk, donde nos espera otro couchsurfer muy unido a la comunidad en su pueblo. Hasta allí tenemos 537 kms, por lo que hemos madrugado mucho, y estamos con el incesante sirimiri esperando a ver si nos cogen. Dos horas después nos preguntamos si será en autostop o no será, de nuevo, porque no para ni dios y los que paran nos piden hasta 800 dolares ¿la peña de qué guindo se ha caído?. Bueno, también hay quien sale de la gasolinera con unos carteles que pone Bikin impresos y forrados y nos los da y nos desea suerte, otro que pasa (resulta ser couchsurfer y autoestopista también) y nos da su tarjeta por si no tenemos suerte que vayamos a su casa a descansar, otro para el coche y nos ofrece 200 rublos. Todas esas cosas las tomamos como indices de que la gente es buena, pese a que siempre haya gente que intenta aprovecharse de incautos y estúpidos, pero que algo estamos haciendo mal.


Efectivamente, un año sin hacer autostop es mucho tiempo, estamos oxidados. Cogemos un tren que nos saque de la ciudad y nos ponemos cerca del aeropuerto, ahora llueve mucho más y con lluvia siempre es más difícil que alguien pare porque parece que nos da pereza meter a alguien mojado en el coche. Para un chico. Dice que nos ayudará pero que tiene que hacer algunas paradas para comprar una tarta y unos regalos. Nos enteramos mientras nos lleva que su hijo hoy cumple un año y vuelve del trabajo ahora para celebrarlo. Él vive antes de llegar a Usuriysk, pero se pasa el pueblo. Estamos flipando. Todavía se hace otros 45 kms adelante y nos deja en una intersección, donde él dice que de ahí los que cojan el desvío por esta parte todos nos podrán llevar.


 El autoestop en Rusia empieza a darnos la misma impresión que nos dio en los Balcanes. Funciona, es rápido, seguro y además divertido. Es el sistema de viaje que saca lo mejor de cada uno que te lleva. El chabal se despide, da la vuelta y sale a toda leche hacia casa. Zorionak! (¡Felicidades!)



Ahí, no tardamos más de 15 minutos y un camionero con muy poco sentido de la ecología nos acoge en su cabina. resulta ser un tío super divertido, algo chalado y con un talento natural para aprender cosas. Nos llevará directos hasta Bikin, la cosa es que va a llegar muy muy tarde. Avisamos a nuestro host que dormiremos en cualquier lado y que le llamaremos a la mañana y ya está, no hay problema.


Los camiones están geniales porque cubren distancias muy largas y encuentran pocos contratiempos, el aspecto negativo es la velocidad, van lentísimos y más aun por esos caminos pedregosos por los que estamos andando que llaman autopista.

Llegamos a Bikin a las 2:00 de la madrugada y buscamos la estación de tren. Nos fortificamos allí, es decir, la mochila por un lado, la ropa aiereandose por otro, yo dormido en un banco de metal y... claro, pues confundiéndonos con espías, llaman a la policía que nos pregunta por qué no compramos billete, cómo hemos venido si no ha sido en tren, a donde vamos y cómo. Hacemos como que no entendemos nada y cuando dicen "autoestopa?" decimos "da-da" y fin de la conversación. Los pasaportes y visados están en regla y cuando haces autoestop no tienes porque tener ningún sitio donde quedarte, así que... a la estación del tren transsiberiano.

Al día siguiente conocemos a Zhenia, un tipo muy peculiar, simpático, alegre aunque algo distante y esquivo. No sé, es peculiar. Sin embargo, todos en el pueblo le conocen, a algunos les enseña inglés, a otros les ayuda con algún tema de papeleos o simplemente son amigos. Nos enseña el pueblo, nos lleva a probar los Kebabs de un amigo. La verdad es que están muy buenos. Y aprovechamos para sacarnos con ellos algunas fotos.





Después nos lleva a casa de una familia. Él no puede alojarnos así que ellos nos alojarán. Es una familia muy pobre, de hecho se van todos a dormir a una habitación para que durmamos nosotros en la otra. Nos da un poco de vergüenza pero no quedaría muy bien rechazar la invitación de la familia tampoco. El marido no está, están la mujer y las dos niñas a las que Zhenia les enseña inglés. Por lo visto, la madre quiere que hablemos en inglés con las niñas y que ellas así vean que hay mucho más mundo fuera de ese pequeño pueblo, quiere que las hagamos soñar. Y vaya, eso suele ser algo que se nos da bien... empezamos en inglés pero Gosia acaba explicándoles muchas cosas en Ruso, para que lo entiendan mejor y la mente les vuele mucho más lejos.






A la mañana desayunamos con ellas tranquilamente, nos despedimos y en 5 minutos haciendo dedo ya nos han parado, de los 227 kms que tenemos que recorrer hoy, él nos hará la mitad. Resulta que nos ha parado porque es del pueblo y ya le habían comentado que Zhenia había invitado a dos forasteros y se imaginó que eramos nosotros. El chico es comercial, va a visitar algunos locales de la región a unos 90 kms. No habla inglés apenas, así que Gosia se comunica con él. Eso sí, nos admite que le gustaría mudarse a otro país a vivir. Cosa que ya nos había comentado alguna otra persona como Olga en Vladivostok o el primer conductor que nos cogió el día anterior.



El siguiente conductor que nos recoge en 15 o 20 minutos nos lleva hasta Khabarovsk (500.000 habitantes) directamente. Éste, sin embargo, no quiere salir de Rusia, lo que quiere es que Putin deje de robar todo. La frase "Putin lo ha robado" que se repite con cada cosa que falta en el paisaje, en las infraestructuras, etc. se nos queda para el resto del viaje. A éste es el primero que le oímos decir que Moscú es Moscú y Rusia es otra cosa. La verdad es que este señor, empresario dedicado a la compra venta, tiene un amor patrio por su tierra increíble que vamos percibiendo en cada cosa que dice de la gente o del paisaje.

Khabarovsk es una ciudad preciosa, además de por los confluencia de dos grandes ríos, la vegetación a su alrededor, las preciosas iglesias, monumentos y edificios que tiene, por su gente. Sí, las ciudades son un reflejo de la gente que en ellas conoces y nosotros aquí hemos conocido a un couchsurfer que nos ha alojado llamado Tolia, a dos amigas de allí, a Anna, otra amiga que vino desde Omsk y que reencontraremos posteriormente durante el viaje. Todas personas estupendas. Aprovechamos mientras él está trabajando para editar vídeos y descansar un poco, hay que llevar la página web al día en la medida de lo posible.



Cuando vuelve, nos lleva a ver y nos explica cosas sobre esa ciudad. Creemos que sus explicaciones son parte del encanto de la ciudad. A solas no hubiésemos aprendido tanto, ni hubiésemos llegado a algunos sitios ni a probar algunas cosas que él nos muestra.









El día siguiente seguimos la misma tónica, descansamos hasta que vuelve y aprovechamos el tiempo con él.






Hoy vamos a ir en autostop hasta Belogorsk (70.000 habitantes), es la etapa más dura hasta la fecha con 664 kms por caminos y carreteras malas. Tolia nos deja en una parada de autobús a las afueras de la ciudad. Pero en las paradas de los autobuses la gente piensa que esperas el bus y mientras, por si hay suerte, estás haciendo dedo; con lo que no te paran. Así que una hora después nos echamos a andar 7 kms hasta el final del siguiente pueblito, donde hay una intersección de tres carriles y los coches que siguen rectos son los que van en nuestro camino. Ahí sí, ese sí es buen punto (como marcamos en la hitchwiki). Nos recoge un camionero en muy poco tiempo y nos llevará casi hasta allí.




Además al ir pasando por diferentes sitios, el camionero se para y nos dice que nos saquemos fotos en sitios chulos, nos explica qué son los sitios y edificios que pasamos. Como ese recinto vallado y con torres de vigilancia fue mandado construir por Stalin y era uno de los lugares a donde se deportaban los presos "a Siberia".




Eso sí, 600 kms en camión, os imagináis que no fue un viaje rápido. Se nos fue alargando, alargando y, para colmo, en vez de dejarnos donde nos dijo, nos dejó pasado el pueblo en una carretera terciaria rusa. Vamos, que llegamos a las 23:30 a la ciudad de Belogorsk, después de pagar a un tipo 100 rublos en una gasolinera para que iba hacia Belogorsk (66kms) para que nos aceptase en el coche. Aunque muy tarde para los estandares rusos, la cultura del este, hospitalaria con el huésped y acogedora con el viajero hizo galantería con nuestros anfitriones también. Nos tenían una estupenda cena y un exótico té chino preparados, un té y a la cama que mañana nos quieren enseñar la ciudad.



Elena es profesora de inglés en una escuela lo que nos da mucho para hablar y una pequeña excusa para tener la oportunidad de ver una escuela de una pequeña ciudad de Rusia. Además, después de enseñarnos la ciudad a la mañana, a la tarde ha quedado con un alumno que nos enseñará el resto, lo que le dará oportunidad de hablar inglés y abrir sus horizontes. La verdad es que mucha gente o quiere emigrar o quiere que otros conozcan cosas del exterior en este país. Ha sido un país muy ferrero durante demasiados años.






Nos resulta curioso, aquí los profesores, dependiendo de la zona de Rusia, pero cobran entre 150 y 300 euros. Lo que no les da para vivir. De hecho aquí los profesores son por vocación, porque quienes quieren ganar dinero suelen buscar cosas en informática o campos tecnológicos, o la forma de salir del país. Lo que suele reducirse a mudarse a la capital: Moscú, ciudad de dinero. O así es vista en el "far east" (Lejano Este, como es conocida la zona en la que estamos de Rusia).


Esta mañana no tenemos una etapa muy complicada, queremos llegar a Skovorodino (9500 habitantes), unos 550 kms, y la carretera hasta allí es todo recto, es decir todo el que pase va en esa dirección se pare antes o después. Elena y Sasha nos acercan a primera hora de la mañana hasta la carretera principal. Nos van cogiendo diferentes camiones, con los segundos incluso pinchamos una rueda y tenemos que repararla. Además, los pobres camioneros, después del aguacero de la noche anterior que ha dejado sin tendido eléctrico un montón de kilometros a la redonda y no han tenido agua caliente para ducharse. Así que con lo del pinchazo colma la gota el vaso y, poco después, nos dejan en la entrada a un pueblito en mitad de la nada, por lo visto ellos no van a ir mucho más adelante, de hecho los vemos parados en la siguiente área de servicio desde el coche que nos ha recogido un rato después.





El chabal nos pregunta avergonzado cuando estamos llegando a su pueblo a ver si queremos comer en su casa e ir a pasar la noche a la cabaña del bosque con su mujer y otra pareja de amigos con la que han quedado. Aceptamos. El problema es que mientras comemos en casa, nos preguntan si tenemos visados para china y, como no tenemos y la caseta esa está en el limite con China, pues no quieren arriesgar a que nos encarcelen. Con lo que después de un suculento Borsh casero, dulces y té, nos vuelve a acercar a la carretera.



Diez minutos después nos ha parado un coche. Es un coche de transfer, importado de Japón y que un chabal joven, llamado Volia, conduce hasta Irkutsk sin descanso y sin desvíos. Al entenderlo, le preguntamos si puede dejarnos en Chitá. Que aunque no teníamos planeado ir hoy, sobre todo porque cuando nos recoge son las 18:30 de la tarde más o menos, pero dado que entre esos pueblos el tráfico es escaso vemos en este conductor la oportunidad increíble de avanzar unos kilometros que, por el tema del visado, nos ahorraría tres o cuatro días que teníamos planeados para cubrir los 1500 kms que separan Belogorsk de Chitá. Acepta con la condición de  que lo mantengamos despierto toda la noche.



Llamamos a nuestro anfitrión en Chitá (al que ya le habíamos prevenido que igual llegábamos unos días antes de lo primeramente acordado) para preguntarle si habría algún problema por llegar al día siguiente a la mañana. Alex dice que no nos preocupemos en absoluto. Así que allá vamos: 1500 kms en 23 horas haciendo autoestop. Por el camino paramos a cenar y esta vez si que conseguimos pagar nosotros, es lo mínimo cuando nos está haciendo un favor tan grande. Eso sí, nos deja a las afueras de la ciudad a las 6:00 de la mañana y todavía tenemos que andar 6 kms hasta encontrar un sitio donde los autobuses se dignan a parar y recogernos para ir hasta la dirección que nos ha dado Alex.


Nos lleva a la casa de su madre que está de viaje, nos quedaremos allí, con toda la casa, y menuda casa demás, para nosotros. A la tarde llegarán otras dos couchsurfer rusas que van camino de China en autoestop y que dormirán en la sala. Tras la explicación el se va a trabajar y nosotros a la cama que son las 10 de la mañana y aun no hemos dormido desde hace 26 horas, salvo alguna pequeña cabezada en el coche por turnos. Tras el reposo, comemos algo, tomamos un té y esperamos a Alex que está a punto de salir del trabajo.



Chitá (325.000 habitantes) es una ciudad militar o fue un fortín militar. Lo que sea. El caso es que hay muchos militares y muchos monumentos relacionados con las fuerzas armadas, tanques, aviones, monumentos de héroes de guerra, etc. Sin embargo, también es una ciudad colorida, muy tranquila y con un sonido agradable que te hace olvidar el pasado de la época soviética, unido a las armas y a los soldados.






Alex nos explica esas y otras cosas mientras nos muestra la ciudad por la tarde. A ultima hora de la tarde, nos acercamos, junto con su novia, a un restaurante ruso, a probar algunos nuevos platos que aun no hemos tenido ocasión. La comida rusa, pese a la calidad de la materia prima, es muy sabrosa.






Al día siguiente, mientras Alex trabajaba, mandó a su hija Svietlana, a que nos mostrara otras zonas de la ciudad, a la tarde nos fuimos al río a refrescarnos un poco y, a ultima hora, se nos juntaron él y su novia y las couchsurfer rusas y nos fuimos a ver Chitá desde una colina cercana.









Hoy nos vamos hasta Ulán-Udé (400.000 habitantes), capital de la República Buriat o Buriatia, una cultura muy peculiar en mitad de Rusia, no muy lejos de la frontera con Mongolia y que se asemeja mucho a esta última. Salimos de Chitá y tras varios coches que hacen trayectos cortos y no más de 90 kms recorridos, el sol y el calor, son agobiantes, los mosquitos nos están devorando y empezamos a desesperarnos un poco. Finalmente, nos recoge alguien que va a Krasnoyarsk y nos dejará en Ulán-Udé. El paisaje de Buriatia es precioso, muy verde, con montes, ríos y lluvia que nos hace olvidar el calor sofocante de la mañana, y por fín llegamos a la ciudad tras seis horas de camino.





Un viaje a dedo tan tortuoso tiene que tener su recompensa. Ulán-Udé y los y las Buriats, son gente sencilla, muy humilde y buena, curiosa con el extranjero, queriendo aprender y saber de ellos, pero sin agobios. Allí nos aloja Darima, una joven Buriat que vive con su novio. Ella trabaja en la biblioteca y él es informático. Viven en una humilde casa en el centro de la ciudad. Tras la comida, nos lleva a ver el centro y nos va explicando todo sobre la ciudad, sobre el idioma del que nos enseña algunas palabras, y sobre la cultura Buriat. Eso sí, como no habla apenas inglés, se lo explica a Gosia en ruso, ella a mi en castellano y yo le pregunto en inglés. Menudo follón.







El día siguiente se lo ha cogido libre en el trabajo para llevarnos al museo Buriat que hay en las afueras. Resulta muy interesante. Además nos da la oportunidad de comer el plato típico de Buriatia, el Pozy. Esta bueno, pero te tienen que explicar como comerlo si no quieres acabar empapado.











Al próximo día salimos en autobús hasta la señal de bienvenida a la ciudad y, ahí nos ponemos a hacer autoestop una vez más, nos recoge un señor de Kazajistan que emigró a Yakutia en Rusia por un problema respiratorio de su hija pequeña que por lo visto le venía mejor el clima de esa zona, hacía ya diez años. Y volvía en coche ahora a visitar su país y su familia. Él es dentista y se ha cogido vacaciones por primera vez después de muchos años.








Le caemos tan bien que, además de invitarnos, primero a unas fresas y luego a comer, cuando estamos llegando a donde vive nuestro siguiente host, nos invita a ir a Kazajistan con él y nos dice que no nos va a faltar de nada y nos va a enseñar todo. Pero nosotros, esta vez, no viajamos con tiempo ilimitado y tenemos que denegar la oferta. Cada vez nos está resultando más fácil hacer autoestop en Rusia. Así que nos quedamos a las orillas del lago Baikal, un lago que resulta ser la mayor reserva de agua dulce de todo el Mundo, con animales endémicos como focas de agua dulce y un pez llamado Omul. Nos quedamos en un pueblito llamado Baikalsk, de 14.000 habitantes. Nosotros pensábamos que él vivía en Irkutsk cuando estábamos buscando alojamiento allí y él nos invitó. Pero resulta que es nuevo en couchsurfing y tenia puesta mal la localización en su perfil. Bueno, este error nos da la oportunidad de ver el famoso Lago Baikal, de ver la vida en un pueblito, donde Vitali trabaja como segundo director y profesor de la escuela de teatro.





Es su primera experiencia en couchsurfing y se nota. Eso sí, se afana en la labor de anfitrión, enseñándonos el lago, el pueblo, compramos unas cervezas locales y un poco de pescado seco que es lo típico para acompañar el alcohol en Rusia, y nos lleva  a tomarlo en uno de los back stage donde trabaja, luego nos lleva a casa a cenar algo y nos deja descansando.







Al día siguiente es domingo y hemos quedado con su novia en la Dacha, la típica caseta de jardín muy clásica de Rusia. Ahí nos enseñan como asar pescado a la forma tradicional del Baikal, la verdad es que resulta curioso y sale muy sabroso, aunque en un principio no las teníamos todas con nosotros. Eso sí, no pudo ser Omul, el pez endémico del lago, ninguna pescadería del pueblo tenía. Así que ya tenemos una buena escusa para tener que volver al Baikal. Ese hermoso lago...





Y, por la tarde, nos ha enseñado la escuela de teatro donde nos hemos estado disfrazando y pasándolo, literalmente, como niños.









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