La idea era cruzar desde Vladivostok a Moscú a dedo en dos meses, aunque por temas de visados y por no poder extender el mio, tuvimos que ir variando los planes. Así que tuvimos que coger dos aviones, el primero nos llevó a Moscú, donde estuvimos dos días visitando la capital de Rusia. Es una ciudad grande, ruidosa y resulta muy caótica para el turista. La gente anda en manada y a toda prisa, con lo que en muchas ocasiones, como es el caso del metro, la marea te mueve sin que te de tiempo a interpretar los carteles que están escritos en cirílico.
Moscú nos da para mucho, sobre todo para hacer turismo, porque no nos hemos alojado con couchsurfing esta primera noche y no conocemos a nadie aquí que nos enseñe la ciudad desde dentro. Así que la vemos como la inmensa mayoría, como meros turistas.
A la noche siguiente cogemos un avión a Vladivostok, toda la noche de viaje, acabamos de atravesar nueve franjas horarias. Además no conseguimos dormir, mañana va a ser un día duro.
Llegamos a Vladivostok (500.000 habitantes) a la mañana pero nuestra anfitriona de couchsurfing en esta ciudad no puede recibirnos hasta la noche, aprovechamos para dar un paseo, aunque la noche sin dormir y el incesante sirimiri no nos ayuda mucho, además de imposibilitarnos descansar.
Esta mañana empieza nuestra aventura en autostop, vamos a hacer dedo hasta Bikin (27000 habitantes en el valle), un pequeño pueblo a mitad de camino de Khabarovsk, donde nos espera otro couchsurfer muy unido a la comunidad en su pueblo. Hasta allí tenemos 537 kms, por lo que hemos madrugado mucho, y estamos con el incesante sirimiri esperando a ver si nos cogen. Dos horas después nos preguntamos si será en autostop o no será, de nuevo, porque no para ni dios y los que paran nos piden hasta 800 dolares ¿la peña de qué guindo se ha caído?. Bueno, también hay quien sale de la gasolinera con unos carteles que pone Bikin impresos y forrados y nos los da y nos desea suerte, otro que pasa (resulta ser couchsurfer y autoestopista también) y nos da su tarjeta por si no tenemos suerte que vayamos a su casa a descansar, otro para el coche y nos ofrece 200 rublos. Todas esas cosas las tomamos como indices de que la gente es buena, pese a que siempre haya gente que intenta aprovecharse de incautos y estúpidos, pero que algo estamos haciendo mal.
El autoestop en Rusia empieza a darnos la misma impresión que nos dio en los Balcanes. Funciona, es rápido, seguro y además divertido. Es el sistema de viaje que saca lo mejor de cada uno que te lleva. El chabal se despide, da la vuelta y sale a toda leche hacia casa. Zorionak! (¡Felicidades!)
Llegamos a Bikin a las 2:00 de la madrugada y buscamos la estación de tren. Nos fortificamos allí, es decir, la mochila por un lado, la ropa aiereandose por otro, yo dormido en un banco de metal y... claro, pues confundiéndonos con espías, llaman a la policía que nos pregunta por qué no compramos billete, cómo hemos venido si no ha sido en tren, a donde vamos y cómo. Hacemos como que no entendemos nada y cuando dicen "autoestopa?" decimos "da-da" y fin de la conversación. Los pasaportes y visados están en regla y cuando haces autoestop no tienes porque tener ningún sitio donde quedarte, así que... a la estación del tren transsiberiano.
Al día siguiente conocemos a Zhenia, un tipo muy peculiar, simpático, alegre aunque algo distante y esquivo. No sé, es peculiar. Sin embargo, todos en el pueblo le conocen, a algunos les enseña inglés, a otros les ayuda con algún tema de papeleos o simplemente son amigos. Nos enseña el pueblo, nos lleva a probar los Kebabs de un amigo. La verdad es que están muy buenos. Y aprovechamos para sacarnos con ellos algunas fotos.
Después nos lleva a casa de una familia. Él no puede alojarnos así que ellos nos alojarán. Es una familia muy pobre, de hecho se van todos a dormir a una habitación para que durmamos nosotros en la otra. Nos da un poco de vergüenza pero no quedaría muy bien rechazar la invitación de la familia tampoco. El marido no está, están la mujer y las dos niñas a las que Zhenia les enseña inglés. Por lo visto, la madre quiere que hablemos en inglés con las niñas y que ellas así vean que hay mucho más mundo fuera de ese pequeño pueblo, quiere que las hagamos soñar. Y vaya, eso suele ser algo que se nos da bien... empezamos en inglés pero Gosia acaba explicándoles muchas cosas en Ruso, para que lo entiendan mejor y la mente les vuele mucho más lejos.
A la mañana desayunamos con ellas tranquilamente, nos despedimos y en 5 minutos haciendo dedo ya nos han parado, de los 227 kms que tenemos que recorrer hoy, él nos hará la mitad. Resulta que nos ha parado porque es del pueblo y ya le habían comentado que Zhenia había invitado a dos forasteros y se imaginó que eramos nosotros. El chico es comercial, va a visitar algunos locales de la región a unos 90 kms. No habla inglés apenas, así que Gosia se comunica con él. Eso sí, nos admite que le gustaría mudarse a otro país a vivir. Cosa que ya nos había comentado alguna otra persona como Olga en Vladivostok o el primer conductor que nos cogió el día anterior.
Khabarovsk es una ciudad preciosa, además de por los confluencia de dos grandes ríos, la vegetación a su alrededor, las preciosas iglesias, monumentos y edificios que tiene, por su gente. Sí, las ciudades son un reflejo de la gente que en ellas conoces y nosotros aquí hemos conocido a un couchsurfer que nos ha alojado llamado Tolia, a dos amigas de allí, a Anna, otra amiga que vino desde Omsk y que reencontraremos posteriormente durante el viaje. Todas personas estupendas. Aprovechamos mientras él está trabajando para editar vídeos y descansar un poco, hay que llevar la página web al día en la medida de lo posible.
Hoy vamos a ir en autostop hasta Belogorsk (70.000 habitantes), es la etapa más dura hasta la fecha con 664 kms por caminos y carreteras malas. Tolia nos deja en una parada de autobús a las afueras de la ciudad. Pero en las paradas de los autobuses la gente piensa que esperas el bus y mientras, por si hay suerte, estás haciendo dedo; con lo que no te paran. Así que una hora después nos echamos a andar 7 kms hasta el final del siguiente pueblito, donde hay una intersección de tres carriles y los coches que siguen rectos son los que van en nuestro camino. Ahí sí, ese sí es buen punto (como marcamos en la hitchwiki). Nos recoge un camionero en muy poco tiempo y nos llevará casi hasta allí.
Además al ir pasando por diferentes sitios, el camionero se para y nos dice que nos saquemos fotos en sitios chulos, nos explica qué son los sitios y edificios que pasamos. Como ese recinto vallado y con torres de vigilancia fue mandado construir por Stalin y era uno de los lugares a donde se deportaban los presos "a Siberia".
Elena es profesora de inglés en una escuela lo que nos da mucho para hablar y una pequeña excusa para tener la oportunidad de ver una escuela de una pequeña ciudad de Rusia. Además, después de enseñarnos la ciudad a la mañana, a la tarde ha quedado con un alumno que nos enseñará el resto, lo que le dará oportunidad de hablar inglés y abrir sus horizontes. La verdad es que mucha gente o quiere emigrar o quiere que otros conozcan cosas del exterior en este país. Ha sido un país muy ferrero durante demasiados años.
Esta mañana no tenemos una etapa muy complicada, queremos llegar a Skovorodino (9500 habitantes), unos 550 kms, y la carretera hasta allí es todo recto, es decir todo el que pase va en esa dirección se pare antes o después. Elena y Sasha nos acercan a primera hora de la mañana hasta la carretera principal. Nos van cogiendo diferentes camiones, con los segundos incluso pinchamos una rueda y tenemos que repararla. Además, los pobres camioneros, después del aguacero de la noche anterior que ha dejado sin tendido eléctrico un montón de kilometros a la redonda y no han tenido agua caliente para ducharse. Así que con lo del pinchazo colma la gota el vaso y, poco después, nos dejan en la entrada a un pueblito en mitad de la nada, por lo visto ellos no van a ir mucho más adelante, de hecho los vemos parados en la siguiente área de servicio desde el coche que nos ha recogido un rato después.
El chabal nos pregunta avergonzado cuando estamos llegando a su pueblo a ver si queremos comer en su casa e ir a pasar la noche a la cabaña del bosque con su mujer y otra pareja de amigos con la que han quedado. Aceptamos. El problema es que mientras comemos en casa, nos preguntan si tenemos visados para china y, como no tenemos y la caseta esa está en el limite con China, pues no quieren arriesgar a que nos encarcelen. Con lo que después de un suculento Borsh casero, dulces y té, nos vuelve a acercar a la carretera.
Nos lleva a la casa de su madre que está de viaje, nos quedaremos allí, con toda la casa, y menuda casa demás, para nosotros. A la tarde llegarán otras dos couchsurfer rusas que van camino de China en autoestop y que dormirán en la sala. Tras la explicación el se va a trabajar y nosotros a la cama que son las 10 de la mañana y aun no hemos dormido desde hace 26 horas, salvo alguna pequeña cabezada en el coche por turnos. Tras el reposo, comemos algo, tomamos un té y esperamos a Alex que está a punto de salir del trabajo.
Chitá (325.000 habitantes) es una ciudad militar o fue un fortín militar. Lo que sea. El caso es que hay muchos militares y muchos monumentos relacionados con las fuerzas armadas, tanques, aviones, monumentos de héroes de guerra, etc. Sin embargo, también es una ciudad colorida, muy tranquila y con un sonido agradable que te hace olvidar el pasado de la época soviética, unido a las armas y a los soldados.
Hoy nos vamos hasta Ulán-Udé (400.000 habitantes), capital de la República Buriat o Buriatia, una cultura muy peculiar en mitad de Rusia, no muy lejos de la frontera con Mongolia y que se asemeja mucho a esta última. Salimos de Chitá y tras varios coches que hacen trayectos cortos y no más de 90 kms recorridos, el sol y el calor, son agobiantes, los mosquitos nos están devorando y empezamos a desesperarnos un poco. Finalmente, nos recoge alguien que va a Krasnoyarsk y nos dejará en Ulán-Udé. El paisaje de Buriatia es precioso, muy verde, con montes, ríos y lluvia que nos hace olvidar el calor sofocante de la mañana, y por fín llegamos a la ciudad tras seis horas de camino.
Al próximo día salimos en autobús hasta la señal de bienvenida a la ciudad y, ahí nos ponemos a hacer autoestop una vez más, nos recoge un señor de Kazajistan que emigró a Yakutia en Rusia por un problema respiratorio de su hija pequeña que por lo visto le venía mejor el clima de esa zona, hacía ya diez años. Y volvía en coche ahora a visitar su país y su familia. Él es dentista y se ha cogido vacaciones por primera vez después de muchos años.
Y, por la tarde, nos ha enseñado la escuela de teatro donde nos hemos estado disfrazando y pasándolo, literalmente, como niños.
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