Cruzar Eurasia en Autostop (II.Parte - Irkutsk - Volgogrado)

Desde Belogorsk hasta Ulán-Udé había mejorado mucho la calidad de las carreteras, no nos encontramos apenas ningún cacho en obras o sin carretera. Sin embargo, en esta zona, nos han dicho que tan solo los primeros kilómetros hasta Irkutsk tendremos buena carretera, con muchas curvas, pues estamos en zona de pequeñas montañas al rededor del lago Baikal, pero de buen asfalto. De hecho ese tramo lo hacemos bastantes rápidos con un padre y su hijo que van a Irkutsk a atender algún negocio que tienen allí. hablando con ellos, resulta que conocen a Vitali, porque el hijo ha debido estar haciendo teatro en su escuela. Al final, en estos pueblos pequeños todo el mundo se conoce. Estos tampoco saben inglés, de hecho, no recuerdo el ultimo conductor con quien pude comunicarme. Creo que fue el año anterior en los Balcanes. Por lo visto, el inglés está entrando ahora en las escuelas de Rusia, por lo que las personas adultas que son quienes nos llevan, apenas pueden comunicarse conmigo.






Resultan ser muy majos, paran varias veces para que saquemos fotos del lago nos explican un montón de cosas y, cuando estamos en la entrada de Irkutsk, todavía nos invitan a comer, antes de despedirse. Como veis, ser invitados a comer, a cafés o tes, o cervezas, es la tónica predominante cuando haces autoestop. Aunque no hay una explicación certera de porqué, yo diría que el autoestopista suele calar hondo en la persona que lo lleva con las experiencias y anécdotas de viaje que comparte, amenizando el viaje y enriqueciendo su experiencia.



Estamos a medio día comidos y a la salida de Irkutsk bien orientados, pero aunque haber hecho casi medio camino para el medio día suene genial, no lo es tanto teniendo en cuenta el estado de las carreteras que nos esperan el resto de la jornada. La idea inicial del día es llegar a Tayshet donde un chico, junto a su familia, que se dedica al "Home Stay" como forma de vida, y nos ha invitado a alojarnos allí gratis para conocer su pequeño pueblo. Sin embargo, la jornada se nos va alargando, además del estado de las carreteras, influye que quienes nos recogen hacen muy pocos kilómetros antes de desviarse de nuestra ruta.

Finalmente, llegamos tarde y cansados a Tulun, donde además e no haber nada interesante, tan solo hay un hotel y, aprovechándose de eso, nos clavan lo que quieren. Influye que no entendemos el precio y para cuando nos cobran tienen nuestros pasaportes para tramitar el registro que hay que hacer cada vez que vas a un hotel en Rusia, porque esos datos los tienen que pasar a la policía, por lo visto. Así que no pagar tampoco parece una opción.

Al día siguiente no tenemos muchos kilómetros de viaje hasta Tayshet (36.500habitantes), llegamos al medio día, pero nos dejan en la entrada mala y nos toca darnos un bonito paseo por el bosque para llegar al pueblo. Ahí nos espera Igor, quien nos lleva a casa, nos prepara una buena comida y nos invita a ir con su hijo a ver el museo de Tayshet, en el que el responsable nos explica un montón de cosas interesantes sobre Siberia, sobre la región en la que estamos y sobre Rusia. La verdad es que para estar en un pueblo en el que se suponía (según algunas guías) que no había nada, resulta ser interesante.






Al volver del paseo, Igor nos ha preparado el Baño Ruso que tienen detrás de casa. Allá vamos con el, que nos enseña como se dan masajes con las hojas de unos árboles que abundan en la zona. Por fin tenemos la oportunidad de ver el Bania (como se llama el baño ruso en Rusia) del que tanto habíamos oído hablar. Debe ser muy típico en Rusia y seguro que pagando podíamos haber ido a alguno como tantos turistas. Pero tiene mucho más encanto cuando es el que alguien ha construido en su casa y lo hace cada semana, te explica cómo, el porqué de las ramas, etc. Es una gran experiencia.







Esta mañana ha sido un tanto peculiar. Primero, al ir andando hacia las afueras pulgar en alto, un policía nos ha parado y sacado hasta el cruce de las afueras. Yo llevaba una pistola al lado y al tipo no parecía preocuparle tener su arma al lado de un desconocido. Segundo, un tipo raro se nos iba acercando con pinta sospechosa, justo en el momento que un conductor ha pegado un frenazo y nos ha dicho que subiésemos. por lo visto el no iba ni siquiera cerca de donde íbamos nosotros, pero algo ha visto raro y ha debido preferir para y ayudar. Y, tercero, éste nos deja en un control policial y el policía se pone a parar coches y camiones y a preguntarles si van a Krasnoyarsk (1.000.000 de habitantes) que es a donde nosotros nos dirigimos. Sí, inaudito. La policía estaba preguntando a camioneros, quienes solo tienen licencia para llevar a uno más en cabina, si podrían hacerles el favor de llevarnos hasta Krasnoyarsk. ¡¡La policía hacía autoestop para nosotros!!

Un camionero nos acoge con la condición de que le demos conversación en ruso. Así que una vez más le toca trabajar a Gosia. Y de esa manera nos lleva directos hasta la salida a 14 kms del centro. Ahí nos recoge un abuelillo ruso de unos 80 años y nos mete hasta el centro.


En esta ciudad hemos pensado que era un buen sitio para mostrar a la gente lo interesante y, a la vez, diferente que puede ser una experiencia con couchsurfing, para lo cual, Gosia ha buscado una persona que le aloje y yo, otra.

Nikolai viene a recoger a Gosia al centro y yo, por mi parte, tengo que vérmelas y desearmelas para comunicarme con la gente, saber que autobús tengo que coger y para pedirles que me avisen cuando llegue mi parada. En Siberia, todavía muy muy poca gente habla inglés, quizás cuando nos acerquemos a la parte europea cambie algo.


Bueno, Katerina me recoge de la parada de autobús y subimos a casa y tras una ducha y unos tes, ya estamos listos para salir a dar un paseo de tarde. Me enseña el centro, con sus grafitis, radio en la calle, estanterías acristaladas de bookcrossing en mitad de la calle. La verdad es que tiene cosas interesantes. resulta una ciudad muy creativa. Luego subimos junto con una amiga suya a una colina a ver la ciudad llena de luces desde arriba.

Al día siguiente, nos levantamos pronto porque Katerina me quiere llevar al Parque Natural de Stolby, donde hay unas formaciones rocosas muy interesantes y con mucha leyenda. Por lo visto no es nada fácil treparlas, pero ella me enseña el camino. Esta jovencísima couchsurfer, de padres couchsurfers y aventureros, mientras estudia, está en algún grupo de espeleología y me enseña técnicas para subir zonas que a mi me parecían muy complicadas. Con la técnica adecuada la vida parece mucho más fácil.




El problema es que solo tengo la cámara Gopro y con esa para sacar fotos aquí no es lo idóneo. Pero teníamos que repartir el material fotográfico entre los dos y Gosia prefirió llevar la Reflex.

El parque de Stolby desde donde te deja el autobús tiene una pista de buen acceso, son unos 7 kms de subida hasta la entrada del parque. La verdad es que hasta allí, es una pista sin más, con mucha fauna y flora que es explicada en los cartelitos puestos en la linde del entablado paso que han hecho a la vera de la pista principal, pero sin más. Ahora, una vez llegado arriba, las formaciones rocosas, los paisajes y el parque en sí, merecen mucho la pena, es muy bonito y, si además tienes la oportunidad de ir con alguien de allí que va contándote las leyendas que conoce sobre el lugar, mejora aun más.

Volvemos y comemos con sus padres. Están aprendiendo castellano todos, así que medio en castellano medio en inglés me comunico con los tres sin ningún problema. La verdad es que resultan ser una familia encantadora.

Gosia, por su lado, llegó a casa de Nikolai, pasando por el supermercado para comprar los productos para la cena que iba a preparar. Bueno, en primera persona... En casa nos esperaba un gato gordísimo, que por sus grandes ojos y comportamiento se parecía bastante a Simon´s cat. Solo de ver las casa, sé que Nikolai es un chico muy creativo, de hecho me quedó flipada cuando luego en la cena me cuenta y enseña algunos de sus proyectos.





Nikolai instaló la cortina de baño y se fue a correr mientras yo cociné. Iba a hacer tortilla de patatas pero... la sartén daba ganas de llorar. ¡Muy bien Gosia! Ya compré y partí las patatas así que tenía que hacer algo. Al fin la cena se compone de patatas fritas con cebolla, pollo en salsa cremosa y ensalada de tomate. Rico, me lo confirma mi anfitrión mientras cenamos y charlamos.

Al día siguiente me toca pasar el día sola. Nikolai trabaja hasta las 6 y, como es típico, entre los Couchsurfers en Rusia, ni dios te deja las llaves. Así que, nos levantamos, desayunamos, me explica como llegar al centro y a la p... calle! Culpa mía, si me hubiese organizado bien, hubiese escrito en el foro para organizarme con alguien de couch que me enseñase la ciudad. Pero no me quejo, el día es precioso, la ciudad encantadora, una de las ciudades mas creativas que jamás he visto y después de haber estado con la gente 24 horas al día las ultimas dos semanas, mi alma solitaria me agradece este momento de descanso y observaciones que son solo para mi.






Ando por las calles, luego voy a ver la isla Tatycheva. Me pierdo, por supuesto. Cuando encontré el camino (menos mal que edificio donde vive el, no tan solo es amarillo pero es el mas alto en todo Krasnoyarsk así que se ve de todas las partes de la ciudad) pasé por las tiendas pequeñas abajo de casa para hacer compras y cuando volvió Nikolai preparé la cena. Ya nos empezamos a partir el culo, porque realmente solo nos vemos en la hora de comidas.





Después de la cena descansamos esperando a sus amigos. Es jueves y mañana después de trabajo se van unos cuantos a pasar fin de semana en la zona de unos lagos preciosos que está cerca, para los estándares rusos, claros, tan solo a unos 300 km. Vinieron para recogernos y todos juntos fuimos a un hipermercado para hacer las compras de lo que necesitaban para el finde. Luego volvimos a casa, Juliya y Artem pasaron primero para recoger una amiga mas, y hacemos una tarde de risas, tes y una deliciosa tarta de miel hecha por Juliya.





Su trabajo es organizar las bodas, es responsable por decoración y animar la gente durante la boda. Es actriz y durante su carrera tuvo que aprender a bailar, así que me acordé del reto que nos mando Malévolo, la tienda en que ganamos equipo fotográfico. Tuvimos que grabar el vídeo en cual una persona local nos enseñe algún baile ruso. Julyia esta animada y no tardo nada en convencerla. El efecto es divertidísimo. Que bien lo pasamos aquella noche!


A la mañana siguiente hemos quedado en la misma parada de autobús donde el abuelillo nos dejó hace dos días. De ahí vamos andando hacia las afueras con la pizarra blanca en alto y mostrando: "Kemerovo" (560.000 habitantes) en el cartel. Llueve. Creo que por eso y porque no llevamos capa, damos pena a un camionero que nos recoge en seguida. Tras este empezamos con tramos cortos y varios conductores, hasta que al último que hacemos autoestop, un camionero que vive cerca de Evgeny, nuestro host, nos recoge y nos lleva hasta allí. El está de ruta, pero va a parar 30 minutos para ver a su hija pequeña y a su mujer un momento, creo que lleva varios días fuera de casa, y de paso nos acerca.




Evgeny estuvo hace unos meses en casa, ahora le devolvemos la visita. En cuanto llegamos se pone a llover, comemos algo en su casa y, a pesar de la lluvia a la que viviendo en Bilbao estamos algo acostumbrados, nos lleva en coche a dar una vuelta para explicarnos la historia de la ciudad, su pasado unido al carbón, a las minas y la industria que lo procesaba. Como todavía queda parte de esa industria y como se enorgullecen de "ser" mineros. Me recuerda a al pasado de la historia de Bizkaia, con las minas del valle de la arboleda, las de Bilbao, etc. Su industria basada en esa minería, con Altos Hornos, con los astilleros... Son industrias obsoletas pero, tanto en Kemerovo como en Bilbao, vivimos orgullosos de nuestro pasado.




Es una visita fugaz, tan solo un día hemos estado y ya estamos otra vez haciendo autoestop, esta vez hacia Novosibirsk (1.5 millones de habitantes). Hoy es un día sencillo haciendo autoestop, el primero nos invita a comer y nos deja en un cruce perfecto para seguir haciendo dedo. Y los segundos solidarios con la parejita autoestopista. Son una pareja de Krasnoyarsk que van a Novosibirsk de fin de semana de compras y fiesta. La verdad es que a medida que les contamos nuestra aventura no hacen más que reírse y hacer sonidos de asombro. Yo no les entiendo en absoluto, salvo cuando Gosia me traduce algo o cuando se dirigen a mi en inglés. Pero la verdad es que nos lo pasamos genial. Al llegar, la mujer le regala a Gosia una pulsera con una gran flor.



La verdad es que nos han dejado tan cerca de la casa de nuestro siguiente anfitrión, que en cinco minutos baja a recogernos. Nos acomodamos en casa y nos lleva a dar un enorme paseo por la ciudad y por algunos locales chulos.









Luego volvemos a casa, todavía hay que descansar que... ¡mañana vamos a la playa en Siberia!

A la mañana, unas compras, para hacer un pequeño picnic en la playa y allá vamos con otra amiga suya. Una vez en la playa nos juntamos con toda la cuadrilla. Buena gente. A la tarde nos acercamos hasta un beach bar, solo que ha empezado a cambiar el tiempo y la gente se está yendo... ¿Dónde está el problema? Más sitio para tomar algo tranquilos y relajarnos...












Y de Novosibirsk vamos a ir a Omsk (1.000.000 de habitantes) donde nos espera Anna, la amiga de Tolia que conocimos el segundo día en Khabarosvk. Nos queda 5 días para que mi visado caduque y aun nos quedan más de tres mil kilómetros hasta Moscú. Con la media de kilómetros que estamos haciendo al día podríamos llegar y lo hubiéramos hecho en un mes, pero serían 5 días sin descanso y sin ver ninguna ciudad ni pueblo. Pensamos que no merece la pena. Si se va a un país es para conocerlo, cuanto más mejor. Así que pasaremos dos días en casa de Anna y de allí cogeremos un Platzkar a Volgogrado.


Hoy es fácil-fácil. Llegamos a la salida de la ciudad y hay otros autoestopistas, así que nos vamos un poco más allá, para no molestar. en cinco minutos nos ha recogido un camionero que va en su coche privado a Omsk a recoger el camión Kamaz que ha dejado en un taller de Omsk. Es decir, en cinco minutos tenemos un transporte directo con un tío la ostia de majo.




El viaje es muy divertido, nos invita a comer, hacemos algunas paradas para descansar y, en menos de lo que pensabamos, hemos cubierto 650 kilómetros. Llegamos a casa de Anna, donde también conocemos a Yuri, el novio holandes de Anna, también couchsurfer. Y resulta que han preparado una cena a la que también han invitado a Igor, oriundo de Omsk, couchsurfer y primer host de Yuri en esa ciudad. Esta ciudad, como veis, también nos recibe a lo grande, augura una gran experiencia.


A la mañana siguiente, tras un gran desayuno que nos ha preparado Yuri para cuando nos levantamos, nos vamos a recorrer la ciudad con Yuri y Anna y, aprovechamos para comprar los billetes de tren que un día después nos llevarán hasta Volgogrado en un viaje de platzkar de 50 horas. Nos enseñan y explican los diferentes sitios de la ciudad. El metro inexistente de Omsk, las iglesias y principales edificios de la ciudad...







A la tarde, tenemos pensado ir a visitar a la familia de Anna que viven en un pueblito a las afueras. Allí conocemos una familia humilde y simpática que viven en una casita con jardín y, por supuesto, Bania. Así que nos ponemos los trajes de baño que Yuri es un poco pudoroso y nos metemos los cuatro allí a hacer contrastes del calor del bania y el frío del agua del cubo y el aire exterior. El baño ruso es la leche. Te deja relajado y con los poros limpios como nada.

Luego Anna prepara una cena mientras nosotros, con su abuela, jugamos al Durak, un juego de cartas ruso que nos habían enseñado a jugar esa mañana. Ostia, a la abuela no hay quien la gane. Esta mañana ganaba yo alguna partida a Yuri y Anna, pero esto es alto nivel de cálculo. Nos lo pasamos genial entre las cartas, la cena y la amena conversación con el padre de Anna de origen kazajo y militante del partido comunista que cierran la tarde con un par de chupitos de vodka.




Para volver desde el pueblo decidimos hacer autoestop, son 30 kilómetros y dice Anna que no suele ser muy difícil. La cosa es que somos 4 personas. Nada es imposible. En 15 o 20 minutos tenemos un coche que nos lleva a los cuatro al centro. A casita que mañana toca  levantarse pronto para ir al tren.


Tras más de 6000 kilómetros de autoestop por Rusia, ahora nos toca coger un tren que nos acerque hacia la frontera del país. Van a ser 50 horas de platzkar, del que hasta hoy, no hemos oído más que maravillas de la gente que hace la ruta transsiberiana en un tren como este. Que pena que para nosotros la experiencia sea tan diferente. Son 50 horas de martirio. Hemos cogido las literas de en medio porque todas las de abajo están ocupadas. Pero, aquí no funciona como en el resto del mundo, donde durante el día la gente está en la mesa abajo comiendo, hablando o jugando a las cartas. Aquí, las señoras de abajo se han hecho un fortín ahí, y no nos dejan bajar de nuestras literas. ¿¿Yo con mi hiperactividad incontenible en una litera 50 horas?? Casi me da un mal. Era mucho mejor hacer autoestop en Rusia que tomar un tren.




Hemos llegado por la mañana a Volgogrado (1 millón de habitantes) o Stalingrado como fue conocida anteriormente, pero nadie nos había dicho que esta ciudad era tan alargada. Tardamos una hora y media en llegar a casa del couchsurfer que esta situada cerca de la tan conocida estatua de Lenin. Estar, está en todas las ciudades, repetidas veces en algunas, pero la de esta ciudad es la más alta del mundo. Ahora, cuando te dicen eso, yo por lo menos me imagino una estatua acorde a la altura, es decir, muy grande. Pero no, resulta que es la misma estatua de las otras ciudades, sobre un monolito más alto. Están locos estos Rusos.













En casa de Adrian conocemos su novia y a Yura, otro couchsurfer. Nos vamos con ellos a dar un paseo visitar los alrededores. A la tarde Yura nos lleva a ver algunos monumentos que le faltaban a el por ver y le acompañamos. Mientras estamos allí nos llaman por teléfono.




Son dos chicos que están yendo de Francia a Australia en bici. Ostia, ni idea teníamos de que más gente se alojaría en casa, pero buen, vamos a buscarles, como el ultimo tren se nos ha ido y hay 30 o 40 kilómetros hasta casa, nos toca pagar una marshrutka (autobús pequeño o furgoneta grande con asientos) en la que meter las bicis que, en un principio se niegan y dicen que está prohibido, pero por un precio razonable, todo se consigue en Rusia. Así que llegamos a casa y nos enteramos que aun faltan de llegar 3 personas más. terminan llegando a la 1:00 y se ponen a cocinar donde los chicos franceses de las bicis que están desplomados y nosotros dormimos. Vamos que al final de Rusia tenemos una experiencia un tanto pocha de couchsurfing. Al menos en cuanto al descanso se refiere. Porque conocer a los aventureros de las bicis y a Yura ha estado genial.

Tratemos de dormir con ruidos y gente al rededor que mañana tenemos que llegar a la frontera si no queremos que me deporten. Y ya no será solo Rusia en autoestop, sino todo Eurasia.




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