Esta mañana hay que levantarse muy pronto, hoy a las 00:00 se caduca mi visado, lo que quiere decir que tenemos 18 horas para llegar a la frontera con Ucrania sin tener problemas. Nos separan 437 kilómetros, lo que a priori, después de las distancias que veníamos haciendo no parece mucho. El problema es que siempre es más fácil hacer autoestop en un país que salir de uno para entrar en otro. En Europa la gente más joven ni lo habrá vivido, pero no hace mucho a 130 kilómetros de mi casa, nos pasaba lo mismo cuando queríamos pasar a Francia. Los días de frontera siempre son duros y para este ya nos hemos mentalizado.
Desde casa del couchsurfer, todavía tenemos que acercarnos hasta el centro, para coger otra carretera. tan solo eso, ya nos lleva una hora y media casi casi. Luego, vamos andando hasta las afueras, cartel en mano pero no hay forma de que nos cojan. Al final decidimos parar un autobús que nos saque hasta algún pueblito a las afueras.
Este no lo hace de gratis como otros, pero bueno, el precio es de broma. Le vamos contando la historia del Transsiberian Project, lo que venimos haciendo y cómo hoy tenemos que llegara a la frontera. El tío va acelerando y adelantando coches como un loco para tratar de ayudarnos, todo va bien. Hasta el momento que nos encontramos una caravana impresionante, todos los coches parados en la carretera y los conductores fuera. El conductor nuestro se mete sin dudarlo por donde debería haber un arcén y sigue avanzando hasta un punto donde el estancamiento es mayor y no hay nada que hacer. Salimos, fuman, seguimos hablando, la gente que iba detrás nos preguntan un montón de cosas y no dejan de poner cara de sorpresa. Nos dejan muy claro que ellos no harían semejante viaje en su país y que les parecemos unos lunáticos. Pasan los minutos. Yo empiezo a impacientarme. Al final parece que avanzamos. no serán más de dos kilómetros cuando vuelve a pasar lo mismo. Me desespero. Sobre todo porque esta vez es justo antes del paso a nivel que forma semejantes colas kilométricas.
Dos horas después hemos llegado al final del recorrido del autobús, pero no hemos avanzado más que 70 kilómetros. estamos a las afueras de Kalach-na-Donu. Nos han dejado en la entrada. Justo después de empezar a andar por la carretera haciendo autoestop, cartel en mano, consigo abrir el mapa en el móvil. Hubiese sido mucho mejor entrar en el pueblo, habría más posibilidades, porque la carretera bordea todo el pueblo. Andamos casi 11 kilómetros bajo un sol sofocante hasta que por fin un armenio nos recoge. Ha pensado que yo era de su país. El tipo va a Rostov-on-Don, así que nos dejará en la carretera que entra directa a Ucrania, exactamente por donde queremos.
Yo voy feliz, en el asiento de detrás, tranquilo y relajado. A Gosia, sin embargo, le toca aguantar proposiciones de matrimonio, ofertas de todas clases. En fin, es lo que tiene tener ojos azules, a cierta parte de la sociedad no le son indiferentes.
Nos deja en la salida de la M4 hacia la M19. Ya casi estamos, respiro aliviado. Andamos hasta una gasolinera que hay a la vuelta, justo después del carril de aceleración, es un punto perfecto para hacer autoestop, porque por ahí pasa el tráfico de dos vías y además, la gente que para en la gasolinera. Le explico a Gosia exactamente donde estamos, a donde vamos y por donde queremos entrar a Ucrania. todo recto vamos. Yo juraría que lo explico bien clarito. Ella es la voz, porque sabe Ruso, pero los mapas son cosa mía.
En 10 minutos nos recoge un señor muy majo. Gosia me dice que nos lleva hasta la frontera y yo entiendo que para nosotros es suficiente, si cruzo a Ucrania ni voy a la cárcel, ni tengo multa ni seré deportado. Nos subimos y en 5 minutos gira a la derecha.
Efectivamente, nos lleva la frontera, pero a la de Gukovo, algo más al norte. Por una carretera terciaria o cuaternaria. Me queda el consuelo de que no seré deportado. Porque son las seis o así de la tarde y no hemos comido. Vamos a entrar a Ucrania por un sitio que no tiene una carretera principal, ni secundaria directa con Donetsk que es a donde queremos llegar, pues allí nos esperan. Hay que joderse.
Unos metros antes de la frontera Rusa, nos dice que nos bajemos y que vayamos andando hasta la frontera ucraniana, que el nos esperará al otro lado y que hagamos como que no le vemos. Realmente no le vemos en todo el trayecto. En la frontera rusa, muy competentes y poco amables ellos, vamos pasando por diferentes policías que nos repiten las preguntas, de dónde, a dónde, cómo habéis viajado y, con la respuesta de " hemos cruzado Rusia en autoestop" se evitan la pregunta de dónde hemos dormido; bueno, no la evitan, pero no esperan respuesta. Miran mi pasaporte y la que maneja el cotarro allí, me dice que llego muy justo. ¿Muy justo? ¡¡¡Pero si llego 6 horas antes de que me caduque!!! Bueno, nos dejan pasar.
Vamos andando hasta la frontera ucraniana. Allí, primero, nos rocían con desinfectante. El guardia se parte el culo. Nos dice que pasemos por un lado que es para los coches. ¿Para qué querrán desinfectar los coches rusos? en fin. Llegamos al puesto de control y, lo mismo, de donde venimos, miramos atrás pensando "como si hubiese muchas posibles respuestas a esa pregunta", por qué queremos entrar en Ucrania, está de paso a casa, que si tenemos algo que declarar. Yo tengo hambre, pero no se si es el momento de hacer semejante declaración. Nos quedamos con cara de asombro, ¿qué podríamos tener que declarar en dos mochilas de entre 6 y 8 kilogramos? "Drogas, armas,..." -NO- respondemos- y nos preguntan ¿QUERÉIS? jajajajajajajajajaaja.... estos Ucranianos están como chotas. Bueno, vamos llegando al final, el policía le pregunta al militar a ver si nos va a registrar, el tipo nos mira con cara de "si quieren entrar a este país ellos sabrán" y suelta "welcome to Ucranie". Ala, ya estamos dentro... andamos, ni cien metros, y ostia!. Nos pitan. ¡¡¡Pero si es el conductor de antes!!! Yo ni me acordaba, o daba por hecho que se habría ido después de tanto tiempo, pero no, ahí estaba esperándonos pacientemente.
Nos lleva hasta el siguiente pueblo y nos deja en... wait for it... en la parada de autobús, que es más seguro. No me jodas hombre. Mosqueo monumental por mi parte, fruto del cansancio y el hambre, y Gosia acaba llorando. Son estas situaciones las más complicadas de los viajes, es muy difícil gestionar el cansancio y el hambre cuando llegan a un límite y a las 19:00 horas que son, llevamos casi 24 h sin probar bocado.
La situación es la siguiente, son las 19:00. Sin comer. No tenemos móvil ucraniano y el ruso no nos funciona, con lo que no podemos avisar a la couchsurfer que nos espera en Donetsk. Estamos en mitad de un pueblo lo que nos hará tener que andar más, después de que llevamos andados casi 20 kilómetros y 500 de autoestop. Viajamos sin mapas, y al no funcionar el móvil ruso, tampoco tenemos el recurso del mapa en Internet. Por desesperación y agotamiento Gosia pregunta cuanto cuesta el autobús a Donetsk, da igual, hasta mañana no tenemos otro, el que va a Donetsk se está yendo en ese mismo momento. El mundo quiere que, pese al cansancio y a la desesperación, sigamos en autoestop. Así que hay que hacer caso a las señales.
Salimos del pueblo haciendo autoestop a dos coches, aquí la gente te recoge muy rápido, pero hacen trayectos muy cortos. A las afueras del pueblo empezamos a andar hacia alguna parte, sin tener muy claro hacia dónde. Nos para un autobús pequeñito, le decimos que no tenemos dinero, porque ni moneda ucraniana tenemos. Nos dice que somos invitados en su país y que subamos sin miedo. Una vez dentro nos sentamos en la parte de detrás. Nos pregunta a viva voz de dónde venimos: Vladivostok. ¡¡ALAAAA!! exclaman. Unos segundos de silencio. y, entonces, a dónde vais: A España. ¡¡ALAAAAA!! Empiezan a llamarnos héroes, locos, a preguntarnos si no tenemos miedo, etc. La verdad es que se nos hace ameno.
Eso sí, estos autobuses van de un pueblo hasta el siguiente. Paran, se baja el conductor y empieza a parar a gente, un camionero, no puede llevarnos, pero le ayuda a parar a otros y contarles nuestra historia. Paran a otro autobús y le dicen que no nos cobren, que somos invitados en su país. Estos nos acogen y nos llevan un par de pueblos más allá. Y una señora que va en el autobús se nos acerca y nos dice que le acompañemos, trabaja en un paso a nivel, justo en la dirección a Donetsk, así que quienes vayan allí tienen que pasar por allí, pararán cuando cierre las barreras del tren y ella les preguntará.
Una vez en la caseta, nos invita a un té y unas frutas y mientras, por fin, comemos algo, ella va preguntando a los conductores. Así pasan 3 horas. Son las 23:00, le pedimos el móvil para mandar un mensaje a la couchsurfer de Donetsk avisándole de que no llegamos por circunstancias de viaje; y le pedimos permiso a la señora para extender nuestros sacos en el suelo y pasar la noche en la caseta del paso a nivel. Hasta las 5:30 ni la vibración de los trenes siento. Estamos reventados.
A las 6:00 de la mañana estamos haciendo autoestop de nuevo. Nos van cogiendo diferentes vehículos y personas que van a trabajar o vuelven de trabajar. Estamos en la cuenca minera de Ucrania, la gente trabaja en la mina de al lado o de más allá. Por turno. Algunos entran en el turno de mañana, otros vuelven del trabajo en el turno de noche. La mina no para y ellos tampoco. Su vida y desplazamientos se limitan a ir del trabajo a casa y, al día siguiente, de casa al trabajo. Esto a nosotros nos supone no avanzar mucho con cada uno que nos recoge. Incluso los camiones que transportan carbón no nos llevan mucho más lejos.
Tan solo esta mañana hemos cogido entre 20 o 30 coches. Y, por fin, el último, tras invitarnos a comer un plato típico de esa región que no recuerdo el nombre, pero que eran como unos crepes, nos deja al lado de casa de Anna. Tras una opípara comida que nos había preparado a nuestra llegada, nos lleva a dar un paseo.
Al día siguiente, volvemos a estar en la carretera, hoy nos dirigimos a Melitopol (206.000 habitantes). Está a mitad de camino de la península de Crimea, a donde vamos unos días para descansar. Es una etapa de 300 kilómetros, hacemos autoestop a 3 coches y, en no mucho tiempo, estamos allí.
Denis nos espera, en cuanto llegamos pasa a recoger las mochilas para que andemos tranquilos por la ciudad mientras el trabaja. Luego nos recoge en el centro, nos sube en el coche y nos lleva a ver las famosas tumbas de Kamra Moria "stone tombs of melitopol" que es como encontrareis algo de información sobre estas místicas tumbas que están en las afueras de la ciudad, a diez kilómetros, y por las que, Hitler y otros enajenados en su momento, se interesaron por el misticismo y magia que las rodea. También dicen que hay tesoros ocultos ahí debajo. Las tumbas son interesantes y muy antiguas, dicen que previas al Stonehenge, sea, pero para mi que lo del tesoro es puro marketing.
Al volver, Denis nos lleva a casa de su amigo donde dormiremos. Es un músico heavy que, con sus amigos heavy están haciendo mermelada de arándanos. La verdad es que la imagen del grupo de heavies haciendo mermelada nos hace mucha gracia. Es realmente contraria a lo que cualquiera podría esperar. hablando en la fiestilla con unos y otros de nuestro viaje y de que al día siguiente vamos a Simferopol para pasar unos días, nos recomiendan acercarnos a Bajchisarái, debe ser precioso por lo que uno de ellos nos comenta.
Es pronto, nuestra host trabaja hasta las 19:00 y nosotros conseguimos llegar para el medio día a Simferopol (358.000 habitantes), así que decidimos seguir haciendo autoestop hasta Bajchisarái. Es medio día, hace un calor de pelotas y llevamos las mochilas. Aunque para estas alturas del viaje, las mochilas ya son casi parte de nosotros mismos, ni las sentimos en cuanto a peso se refiere, pero nos dan calor.
El pueblo es sin más, pero tiene una ermita a la que va un montón de gente, eso sí, todos suben en coche, y además, arriba, a nosotros que hemos subido con mochilas y andando, ni nos dejan sentarnos, quitarse las zapatillas está prohibido así te torture una piedra el maltrecho pie,... y ¿esta gente me habla a mi de solidaridad y dadivosidad y de comprensión con el prójimo? Las religiones son una lacra y los fanáticos unos "lacrosos". eso sí, es muy bonita, al menos desde fuera, porque con mochilas ni nos atrevemos entrar. Ya estando fuera nos invitan a marcharnos.
Bueno, va tocando irse para Simferopol. La vuelta es también fácil, creo que no llega a 3 minutos el tiempo de espera y ya han recogido a los dos cansados autoestopistas. Nos dejan en el centro, nos damos un paseo, tomamos unas cervezas y cenamos algo. Al final Olga vuelve a casa a las 23:00. Menos mal que veníamos a descansar... llegamos a casa reventados.
¡¡¡Buenos días Simferopol!!! Queremos quedarnos en casa, pero Olga dice que deberíamos salir con ella. Es su primera experiencia en couchsurfing y es reticente a dejarnos en casa. La convencemos para que no encierre dentro, así puede estar segura de que no le robaremos nada. Aprovechamos para dormir un poco más y luego empezar a poner al día el videoblog que lleva un poco de retraso y escribir un poco.
Cuando vuelve a la tarde nos damos un paseo hasta el centro y nos tomamos unas cervecitas y picamos algo en el bar al lado del día anterior. Y a descansar que mañana nos toca hacer autoestop para descubrir algo más de la península de Crimea. Mañana: Sebastopol.
Hemos quedado esta mañana con una couchsurfer en Sebastopol, ella no nos puede alojar ni nos hace falta alojamiento allí, pero no siempre que usamos couchsurfing es para que nos alojen.
En este caso hemos quedado para que nos enseñen la ciudad. Hacemos autoestop desde Simferopol hasta Sebastopol (380.000 habitantes), en cosa de una hora y poco hemos llegado en dos coches. Katerine ha quedado con dos amigas y, juntos, nos damos un paseo por la ciudad mientras nos explican todos los entresijos. Esta ciudad, al igual que explicamos en Vladivostok, fue otra de esas ciudades que se sabía que existían pero que nadie podía entrar salvo con permisos especiales. Otra parte importante de la flota rusa en la época soviética se escondía aquí.
Y con esto se nos acaba nuestro tiempo de descanso en Simferopol. Al día siguiente nos toca hacer autoestop hasta Mykolaiv.
Con David y con la tropa llegamos a orillas del Nister, en la capital del país, Tiraspol, el Nister es el río que le da nombre a este país y en el que la tropa decide darse un baño.
Al salir, la gente quiere sacarnos fotos con el coche, así que el capitán manda: "¡Marineros de agua dulce, todos a cubierta!"
Ahí nos recoge Denis, nuestro host, nos lleva a casa y os prepara una grandiosa cena, nos cuenta mil y una historias sobre Transnistría, sobre como los moldavos echaron hacia esa región a todos los ruso-hablantes y cómo decidieron independizarse. A Moldavia no le debió de gustar la idea y, de nos ser por el apoyo de los tanques Rusos que están en la frontera, aquí no habría país de Transnistría porque o reinvadirían los moldavos. Menudo follón tienen preparado.
Al día siguiente salimos a dar un paseo, tenemos en cuenta que nos han dicho que puede que nos sigan, que está prohibido que saquemos fotos y vídeos .. Así que lo hacemos todo y sin disimulo, a ver si es verdad o una leyenda urbana... ¿y adivináis qué? Que es muy fácil crear alarma social cuando se quiere mantener un país aislado. La gente es sencilla, simpática y nos ayuda. Como en todas las culturas del este y de las partes del mundo que hemos conocido, sacamos fotos o nos las sacan sin problema y, al contrario que en Vladivostok o el far east en general, aquí nadie nos pregunta si somos espías.
Lo único raro de este país es el estado comunista y religioso que tienen, no se puede entender hasta que no se está aquí, como esas dos cosas pueden ir tan unidas.
A la noche Denis nos lleva a un restaurante de allí, quier e que probemos algunos platos típicos y, nosotros que no sabemos decir que no a la buena comida, aceptamos.
Desde casa del couchsurfer, todavía tenemos que acercarnos hasta el centro, para coger otra carretera. tan solo eso, ya nos lleva una hora y media casi casi. Luego, vamos andando hasta las afueras, cartel en mano pero no hay forma de que nos cojan. Al final decidimos parar un autobús que nos saque hasta algún pueblito a las afueras.
Este no lo hace de gratis como otros, pero bueno, el precio es de broma. Le vamos contando la historia del Transsiberian Project, lo que venimos haciendo y cómo hoy tenemos que llegara a la frontera. El tío va acelerando y adelantando coches como un loco para tratar de ayudarnos, todo va bien. Hasta el momento que nos encontramos una caravana impresionante, todos los coches parados en la carretera y los conductores fuera. El conductor nuestro se mete sin dudarlo por donde debería haber un arcén y sigue avanzando hasta un punto donde el estancamiento es mayor y no hay nada que hacer. Salimos, fuman, seguimos hablando, la gente que iba detrás nos preguntan un montón de cosas y no dejan de poner cara de sorpresa. Nos dejan muy claro que ellos no harían semejante viaje en su país y que les parecemos unos lunáticos. Pasan los minutos. Yo empiezo a impacientarme. Al final parece que avanzamos. no serán más de dos kilómetros cuando vuelve a pasar lo mismo. Me desespero. Sobre todo porque esta vez es justo antes del paso a nivel que forma semejantes colas kilométricas.
Dos horas después hemos llegado al final del recorrido del autobús, pero no hemos avanzado más que 70 kilómetros. estamos a las afueras de Kalach-na-Donu. Nos han dejado en la entrada. Justo después de empezar a andar por la carretera haciendo autoestop, cartel en mano, consigo abrir el mapa en el móvil. Hubiese sido mucho mejor entrar en el pueblo, habría más posibilidades, porque la carretera bordea todo el pueblo. Andamos casi 11 kilómetros bajo un sol sofocante hasta que por fin un armenio nos recoge. Ha pensado que yo era de su país. El tipo va a Rostov-on-Don, así que nos dejará en la carretera que entra directa a Ucrania, exactamente por donde queremos.
Yo voy feliz, en el asiento de detrás, tranquilo y relajado. A Gosia, sin embargo, le toca aguantar proposiciones de matrimonio, ofertas de todas clases. En fin, es lo que tiene tener ojos azules, a cierta parte de la sociedad no le son indiferentes.
En 10 minutos nos recoge un señor muy majo. Gosia me dice que nos lleva hasta la frontera y yo entiendo que para nosotros es suficiente, si cruzo a Ucrania ni voy a la cárcel, ni tengo multa ni seré deportado. Nos subimos y en 5 minutos gira a la derecha.
Efectivamente, nos lleva la frontera, pero a la de Gukovo, algo más al norte. Por una carretera terciaria o cuaternaria. Me queda el consuelo de que no seré deportado. Porque son las seis o así de la tarde y no hemos comido. Vamos a entrar a Ucrania por un sitio que no tiene una carretera principal, ni secundaria directa con Donetsk que es a donde queremos llegar, pues allí nos esperan. Hay que joderse.
Unos metros antes de la frontera Rusa, nos dice que nos bajemos y que vayamos andando hasta la frontera ucraniana, que el nos esperará al otro lado y que hagamos como que no le vemos. Realmente no le vemos en todo el trayecto. En la frontera rusa, muy competentes y poco amables ellos, vamos pasando por diferentes policías que nos repiten las preguntas, de dónde, a dónde, cómo habéis viajado y, con la respuesta de " hemos cruzado Rusia en autoestop" se evitan la pregunta de dónde hemos dormido; bueno, no la evitan, pero no esperan respuesta. Miran mi pasaporte y la que maneja el cotarro allí, me dice que llego muy justo. ¿Muy justo? ¡¡¡Pero si llego 6 horas antes de que me caduque!!! Bueno, nos dejan pasar.
Vamos andando hasta la frontera ucraniana. Allí, primero, nos rocían con desinfectante. El guardia se parte el culo. Nos dice que pasemos por un lado que es para los coches. ¿Para qué querrán desinfectar los coches rusos? en fin. Llegamos al puesto de control y, lo mismo, de donde venimos, miramos atrás pensando "como si hubiese muchas posibles respuestas a esa pregunta", por qué queremos entrar en Ucrania, está de paso a casa, que si tenemos algo que declarar. Yo tengo hambre, pero no se si es el momento de hacer semejante declaración. Nos quedamos con cara de asombro, ¿qué podríamos tener que declarar en dos mochilas de entre 6 y 8 kilogramos? "Drogas, armas,..." -NO- respondemos- y nos preguntan ¿QUERÉIS? jajajajajajajajajaaja.... estos Ucranianos están como chotas. Bueno, vamos llegando al final, el policía le pregunta al militar a ver si nos va a registrar, el tipo nos mira con cara de "si quieren entrar a este país ellos sabrán" y suelta "welcome to Ucranie". Ala, ya estamos dentro... andamos, ni cien metros, y ostia!. Nos pitan. ¡¡¡Pero si es el conductor de antes!!! Yo ni me acordaba, o daba por hecho que se habría ido después de tanto tiempo, pero no, ahí estaba esperándonos pacientemente.
La situación es la siguiente, son las 19:00. Sin comer. No tenemos móvil ucraniano y el ruso no nos funciona, con lo que no podemos avisar a la couchsurfer que nos espera en Donetsk. Estamos en mitad de un pueblo lo que nos hará tener que andar más, después de que llevamos andados casi 20 kilómetros y 500 de autoestop. Viajamos sin mapas, y al no funcionar el móvil ruso, tampoco tenemos el recurso del mapa en Internet. Por desesperación y agotamiento Gosia pregunta cuanto cuesta el autobús a Donetsk, da igual, hasta mañana no tenemos otro, el que va a Donetsk se está yendo en ese mismo momento. El mundo quiere que, pese al cansancio y a la desesperación, sigamos en autoestop. Así que hay que hacer caso a las señales.
Salimos del pueblo haciendo autoestop a dos coches, aquí la gente te recoge muy rápido, pero hacen trayectos muy cortos. A las afueras del pueblo empezamos a andar hacia alguna parte, sin tener muy claro hacia dónde. Nos para un autobús pequeñito, le decimos que no tenemos dinero, porque ni moneda ucraniana tenemos. Nos dice que somos invitados en su país y que subamos sin miedo. Una vez dentro nos sentamos en la parte de detrás. Nos pregunta a viva voz de dónde venimos: Vladivostok. ¡¡ALAAAA!! exclaman. Unos segundos de silencio. y, entonces, a dónde vais: A España. ¡¡ALAAAAA!! Empiezan a llamarnos héroes, locos, a preguntarnos si no tenemos miedo, etc. La verdad es que se nos hace ameno.
Eso sí, estos autobuses van de un pueblo hasta el siguiente. Paran, se baja el conductor y empieza a parar a gente, un camionero, no puede llevarnos, pero le ayuda a parar a otros y contarles nuestra historia. Paran a otro autobús y le dicen que no nos cobren, que somos invitados en su país. Estos nos acogen y nos llevan un par de pueblos más allá. Y una señora que va en el autobús se nos acerca y nos dice que le acompañemos, trabaja en un paso a nivel, justo en la dirección a Donetsk, así que quienes vayan allí tienen que pasar por allí, pararán cuando cierre las barreras del tren y ella les preguntará.
Al día siguiente, volvemos a estar en la carretera, hoy nos dirigimos a Melitopol (206.000 habitantes). Está a mitad de camino de la península de Crimea, a donde vamos unos días para descansar. Es una etapa de 300 kilómetros, hacemos autoestop a 3 coches y, en no mucho tiempo, estamos allí.
Es pronto, nuestra host trabaja hasta las 19:00 y nosotros conseguimos llegar para el medio día a Simferopol (358.000 habitantes), así que decidimos seguir haciendo autoestop hasta Bajchisarái. Es medio día, hace un calor de pelotas y llevamos las mochilas. Aunque para estas alturas del viaje, las mochilas ya son casi parte de nosotros mismos, ni las sentimos en cuanto a peso se refiere, pero nos dan calor.
El pueblo es sin más, pero tiene una ermita a la que va un montón de gente, eso sí, todos suben en coche, y además, arriba, a nosotros que hemos subido con mochilas y andando, ni nos dejan sentarnos, quitarse las zapatillas está prohibido así te torture una piedra el maltrecho pie,... y ¿esta gente me habla a mi de solidaridad y dadivosidad y de comprensión con el prójimo? Las religiones son una lacra y los fanáticos unos "lacrosos". eso sí, es muy bonita, al menos desde fuera, porque con mochilas ni nos atrevemos entrar. Ya estando fuera nos invitan a marcharnos.
Demasiada gente para poder disfrutar del encanto del lugar en condiciones. pero bueno, la verdad es que es muy bonita la zona. Y por ahí tienen que haber unos paseos por los montes y desfiladeros colindantes muy interesantes. Y, volvemos a bajar al pueblo, antes de que nos cierren el palacio del Khan. Cierran a las 16:00 así que ya vamos pillados de tiempo.
El palacio, como el de cualquier Sultan, Zar o Khan, resulta bonito, se ve que esta gente, no reparaba en gastos. Este debía ser primo hermano del amigo Gengis.
¡¡¡Buenos días Simferopol!!! Queremos quedarnos en casa, pero Olga dice que deberíamos salir con ella. Es su primera experiencia en couchsurfing y es reticente a dejarnos en casa. La convencemos para que no encierre dentro, así puede estar segura de que no le robaremos nada. Aprovechamos para dormir un poco más y luego empezar a poner al día el videoblog que lleva un poco de retraso y escribir un poco.
Cuando vuelve a la tarde nos damos un paseo hasta el centro y nos tomamos unas cervecitas y picamos algo en el bar al lado del día anterior. Y a descansar que mañana nos toca hacer autoestop para descubrir algo más de la península de Crimea. Mañana: Sebastopol.
Hemos quedado esta mañana con una couchsurfer en Sebastopol, ella no nos puede alojar ni nos hace falta alojamiento allí, pero no siempre que usamos couchsurfing es para que nos alojen.
Al medio día, tras un café helado nos despedimos, ellas tienen cosas que hacer. Así que decidimos, sobre la marcha, ir a ver un sitio que nos han recomendado: Balaclava. Que pese a que hoy en día no sea más que un lugar turístico más, son las ruinas de un castillo, con un gran peso histórico, por la famosa batalla de Balaclava que hubo allí el 25 de octubre de 1854. Como veis el estatuto vasco de autonomía no es el evento mundial más relevante que ocurrió un 25 de octubre.
Se nos hace tarde y hay que volver, en autoestop todo vale, primero nos recoge un taxi que nos lleva gratis hasta un sitio mejor para seguir haciendo autoestop: la parada del autobus. Hay que ver la obsesión que tienen algunos. Para que los gobiernos digan que no se fomenta el transporte público, a nosotros lo que no nos dejan es fomentar el privado-compartido. El segundo que nos para es un señor que viene de pescar y, como cuando haces autoestop todo vale, pues me toca ir sentado en la silla que usa para pescar, porque en la parte trasera de la furgo no hay asientos.
A la mañana siguiente nos vamos a Yalta, una pequeña ciudad de 80.000 habitantes pero muy turística Llegar cuesta, pero volver en autoestop de aquí es imposible y es que, como es sabido, donde más turismo hay más ladrones y más aprovechados aparecen. Todo el mundo nos quiere cobrar tanto o más de lo que cuesta el autobús.
La ciudad no es gran cosa, un Torrevieja o Benidorm cualquiera pero todavía más cutre y con más ruidos de todas clases. Así que no aguantamos mucho allí.
Nos acercamos a un pueblito de al lado y nos damos un baño, tras dos horas de intentar que nos cojan sin éxito alguno. Salir de una ciudad tan turística no podía ser sino tan horroroso como la ciudad en sí. Así que como deciamos, os damos un bañito, cenamos algo y nos vamos a Sinferopol, donde Olga ha quedado con unos añigos y nos llevan a un bar con música en vivo. El guitarra es un virtuoso y, cuando sale la cantante, el no se luce tanto como nos gustaba, pero se nos alegraba la vista. Una noche divertida.
Hoy nos coge un tipo que nos lleva hasta Kherson y nos deja en un restaurante del que llevaba un rato hablándonos Nos sugiere unos cuantos platos que pide a la camarera y.... dios, se ha ido, pero que buena está la comida esta. Nos ponemos las botas; y menudas raciones.
Con la tripa llena y medio dormidos salimos de la ciudad dando un paseo para bajar un poco el empacho y nos ponemos a hacer autoestop hasta Mykolaiv. Nos recoge un taxista que nos hace esa distancia gratis. Pero nos deja en la primera entrada y nos toca un gran paseo hasta que conseguimos que un autobús de linea, pare y nos lleve hasta el mismo centro. Aquí nos espera una parejita, Natalia y Slava que alojamos en Bilbao y, aunque solo sea por una noche, les queremos devolver la visita.
Nos llevan a dar un paseo por el pueblo, mientras recordamos cosas de Bilbao y de cuando anduvieron por España trabajando y viajando. Damos una vuelta por la ciudad y luego nos volvemos a cenar y a tomar unas cervecitas en casa.
Toca madrugar y salir con energía y mentalización, nos vuelve a tocar cruzar una frontera y cada día de frontera es una nueva odisea. Y eso que esta vez lo hemos pensado mejor y la etapa no son más que 230 kilómetros, pero es que hacer autoestop hacia Transnistría que lo consideran un país pirata, no puede ser fácil ni por descuido.
Tardamos más de cinco horas en llegar a la frontera haciendo autoestop. Todos los días no podían ser fáciles. En la frontera nos nos ponen demasiadas pegas, pero al chico que está al lado que lleva 4 personas en el coche de cuatro nacionalidades y que tiene que hacer algun papel del coche también le están volviendo loco. Le ayudamos cuanto podemos, dándole la dirección de nuestro anfitrión, diciendole a la de la aduana que vamos juntos y demás, para que le dejen pasar.
Menudo elemento acabamos de conocer, David lleva 3 años viajando en ese coche, recogiendo a gente que le acompaña unas jornadas y luego se despiden. En la frontera nos sube a nosotros también en el coche. Entramos 6 personas de seis nacionalidades diferentes en un tanque en el país pirata de Transnistría... esto promete...
Con David y con la tropa llegamos a orillas del Nister, en la capital del país, Tiraspol, el Nister es el río que le da nombre a este país y en el que la tropa decide darse un baño.
Al salir, la gente quiere sacarnos fotos con el coche, así que el capitán manda: "¡Marineros de agua dulce, todos a cubierta!"
Ahí nos recoge Denis, nuestro host, nos lleva a casa y os prepara una grandiosa cena, nos cuenta mil y una historias sobre Transnistría, sobre como los moldavos echaron hacia esa región a todos los ruso-hablantes y cómo decidieron independizarse. A Moldavia no le debió de gustar la idea y, de nos ser por el apoyo de los tanques Rusos que están en la frontera, aquí no habría país de Transnistría porque o reinvadirían los moldavos. Menudo follón tienen preparado.
Al día siguiente salimos a dar un paseo, tenemos en cuenta que nos han dicho que puede que nos sigan, que está prohibido que saquemos fotos y vídeos .. Así que lo hacemos todo y sin disimulo, a ver si es verdad o una leyenda urbana... ¿y adivináis qué? Que es muy fácil crear alarma social cuando se quiere mantener un país aislado. La gente es sencilla, simpática y nos ayuda. Como en todas las culturas del este y de las partes del mundo que hemos conocido, sacamos fotos o nos las sacan sin problema y, al contrario que en Vladivostok o el far east en general, aquí nadie nos pregunta si somos espías.
Lo único raro de este país es el estado comunista y religioso que tienen, no se puede entender hasta que no se está aquí, como esas dos cosas pueden ir tan unidas.
Nos queda poca moneda de allí, pero tengo una necesidad horrible de cortarme el pelo, nos acercamos a una peluquería, nos dice el precio, nos falta poco, asi que acepta cortarme el pelo por lo que nos queda mientras nos pregunta de donde venismo, a donde vamos... L tia me hace un corte de pelo con todo el mimo y esmero y tomandose su tiempo y nos dice que volvamos cuando queramos, que somos invitados en su país. Me está encantando el país no tan pirata este.
A la noche Denis nos lleva a un restaurante de allí, quier e que probemos algunos platos típicos y, nosotros que no sabemos decir que no a la buena comida, aceptamos.
Nos levantamos pronto y vamos hacia la M14 que googlemaps la marca como la carretera principal. Nos encontramos una procesión que no nos permite hacer autoestop, tenemos que andar más de 10 kilómetros hoy también y, para colmo, cuando llegamos a la frontera no hay más que un tanque y un grupo de soldados a uno y otro lado del puente que se ponen nerviosos y cogen las armas porque no saben que hablamos ni que queremos. Ahí la frontera está cerrada, puedes pasar a pie pero ni te sellarán los papeles ni nada, has entrado de ilegal en Moldova, Welcome to Moldova! ya estamos en el país más pobre de Europa.
Llegamos a Chisnau haciendo autoestop, por supuesto, pero el señor que nos lleva nos mete hasta el centro de la ciudad, para que cojamos un autobús Que manía, nos la acaba de liar gorda. Una hora después estamos dando vueltas mediante autobuses de linea que nos llevan de A a B y de B a A sin ningún sentido.
Nos mosqueamos entre nosotros. Al final el calor y el cansancio, siempre que se viaja con alguien, juega en contra de ellos; en este caso de nosotros. Al final, fruto del mosque, Gosia me manda al cuerno, así que cada cual se las arregla por su lado para salir de la ciudad y seguir haciendo autoestop.
Como suele pasar, yo me oriento mejor y salgo antes de la ciudad, ella tarda una hora más. Sin embargo, el primer coche lo he conseguido rápido preguntando a unos viejillos que volvían del mercado. Eso si conducen lento, paran a comprar cosas... una odisea, donde me dejan ellos tengo que esperar 20 minutos y en el siguiente punto otros 20 o 30 hasta que alguien me recoge.
Resulta ser una furgoneta, a la tercera que le hago autoestop y para, y para porque Gosia que va dentro le ha dicho que pare. Cuando un chico viaja solo cuesta mucho más hacer autoestop si lo comparamos con una chica sola haciendo autoestop, eso sí, a ella le han intentado tocar y le han propuesto dos veces irse con ellos a casa. ¿A mi? nada de nada.
Llegamos a Balti juntos, y en seguida estamos en casa de la gente que nos va a alojar. Unos estadounidenses que están allí trabajando de peace corps. Son gente majisima, acostumbrada a tratar con gente de todo el mundo y trabajar en territorio inhóspito Nos explican qué proyectos desarrollan allí, nos llevan a comer comida tradicional moldava a un restaurante genial que está todo buenísimo.
Y al día siguiente: Descanso. Se nota que estamos en la segunda parte del viaje sin tener que ir a contrarreloj porque nos expiran los visados y que los cuerpos, después del ritmo de la primera parte por Rusia, están cansados y necesitan más descanso. Además, viajando a un ritmo acelerado se complica mucho poder llevar al día el videoblog, escribir artículos, buscar nuevos anfitriones en las ciudades que vamos a visitar y, todas esas cosas, las conseguimos quitándonos horas de dormir.
Les hacemos la cena y cuando vuelven del curro cenamos, tomamos unas cervezas y echamos unas risas hasta que nos toca irnos a dormir.
Al día siguiente salimos pronto porque hoy nos toca cruzar la frontera entre Moldavia y Ucrania y, además de no ser fácil este tipo de días, tenemos bastantes kilómetros.
Nos recogen bastante rápido a la mañana, primero un coche y luego un camión que nos acerca a la frontera. El camionero, nos explica cómo, al salir de la unión soviética y de la época comunista por tanto, ellos no sabían nada de la propiedad privada ni del valor de las cosas. Y cómo los países como Alemania vieron en Moldavia una gran oportunidad de comprar tierras a costo cero para especular con ellas. Previo a esto, Moldavia contaba con tres producciones inmensas de caña de azúcar que abastecían casi la totalidad de demanda de la unión soviética, compraron las tres empresas extranjeras con la promesa de invertir en el país y producir más puestos de trabajo y, ocurrió lo que tenía que ocurrir, que los engañaron. Cerraron dos de esas tres producciones y la tercera la utilizaron para exportar azúcar barata a Alemania para una conocida cadena de supermercados. Ahora Moldavia tiene que importar azúcar. Ahora que Moldavia está arruinada y se les mantiene así, nos fijamos en otros países y continentes y tratamos de hacer lo mismo.
El Mamaliga no solo se come, hay un pueblo que se llama como la comida esa de Rumanía, Moldavia y Bulgaria. Está poco después de la frontera si no recuerdo mal. Justo en el punto donde se nos empieza a alargar el día. NO nos recogen, cuando lo hacen, hacemos pocos kilómetros con cada uno. Al final llegamos a las 00:00 a Lviv, muy tarde, y además hoy también nos separamos para ver Lviv desde diferentes perspectivas. Gosia se va a casa de sus host, y yo a casa del mio donde está a punto de empezar una fiesta...
A la mañana siguiente Gosia ha encontrado gente que le enseñe la ciudad mediante couchsurfing y hay también unas cuantas turistas que se les vana juntar. Yo también he planteado lo mismo en el foro de la ciudad mediante la misma página, perola triste realidad es que, al igual que en la sociedad, hay cosas que no le son ajenas a couchsurfing respecto a ésta, a las mujeres se les hace más caso. Así que como a mi no me ha respondido más que un chico para tomar una cerveza a la noche, con quien quedaré luego, me sumo al plan de Gosia y disfrutamos de la ciudad juntos pero no revueltos.
Lviv es una ciudad muy bonita, muy interesante y con la gente más cosmopolita y con más dominio de idiomas que hemos conocido hasta ahora. Además ha pertenecido a diferentes paises, de hecho, la abuela de Gosia, también Polaca, nació y vivió en Lviv, hasta que Ucrania la reclamó para sí y tuvieron que huir si no querían que los fusilasen. Aun hoy, la gente de Lviv, prefiere que les hablen polaco a ruso, a diferencia del sur y el este de Ucrania, donde se prefiere el ruso al polaco, en incluso en algunos sitios, como en Crimea, se sienten más rusos que Ucranianos o de cualquiera otra nacionalidad. Menudo follón de identidades tienen aquí también, para que en España se quejen como si esa realidad no existiese en ningún lugar más.
Lviv es una preciosa ciudad...
Después de que Marta y Dimitro nos enseñasen la ciudad y nos explicasen muchas cosas sobre su cultura. No es que la cultura de Lviv sea completamente diferente a la de Ucrania en general, aunque si apreciamos una notoria diferente en cuanto a la gente. Sino que ambos son miembros de una etnia minoritaria en Europa, los
Mientras tomamos unas cervezas vemos que ellos piden un plato de alubias picantes con algo, suena delicioso, así que pedimos otros dos platos. Allí donde fueres, haz lo que vieres... y menudo acierto. Un plato de esos de los que si vas de turista seguro que no lo encuentras, cuan bueno es moverse con gente local. Luego nos acercamos con el couchsurfer que había quedado yo a tomar una cerveza en una quedada de intercambio de idiomas, él está aprendiendo castellano.
Al día siguiente Gosia se va a un festival de música al aire libre en el museo etnográfico de Lviv con el compañero de piso de la persona que le aloja; y juntos se van a buscar luego la calle donde nació y creció su abuela, de la que tantas historias había oído y que por fin tiene oportunidad de conocer.
A la tarde nos reencontramos en el meeting semanal de Couchsurfing-Lviv. Unas cervezas, nos contamos el día y me marcho a cenar con mis host para despedirnos.
Vamos a Krynica-Zdroj, a ver a la familia de Gosia que hace meses que no ve y a pasar con ellos unos días en nuestro camino a Bilbao. Por fin cruzar una frontera resulta fácil, entramos en la Comunidad Europea.
Al entrar en Polonia, nos recoge una mujer conduciendo sola.... esto no nos había pasado antes hasta donde yo recuerdo.
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