Ruta a Nordkapp / Cabo Norte (Crónica de 2 meses de viaje)

Ya tenía todo listo, el itinerario, el presupuesto (abierto en un principio pero sabiendo que saldría muy económico), el equipaje... ¿Pero dónde meto el equipaje? Kagüenxotx! no me han llegado los anclajes de las maletas rígidas que compré y las maletas, sin anclajes, han llegado tan solo 6 días antes de salir de viaje. Habrá que inventar. Mochila amarrada con pulpo detrás (con ropa y el portatil), bolsa sobre deposito delante (para las playeras, el saco de dormir y algo de comida enlatada para ahorrar) y topcase para la tienda de campaña que espero no usar y la cámara de fotos.


La verdad es que tantos años viajando dos meses, este viaje, siendo por Europa, en cuanto a los preparativos, no me plantee llevar nada, ni herramienta, ni cámaras de repuesto, ni hoteles. Me alojaría con couchsurfing en todos los sitios que me fuese posible, no hay mejor forma de conocer auténticamente el lugar que visitas si no es mediante una página web con la que te alojen los locales. Tan solo até una rueda trasera en un lateral de la moto, porque llevando dos ruedas caducadas, de hace 6 años, no esperaba que me acabase la trasera el viaje. Y así, sabiendo tan solo donde dormiría los primeros tres días, partí  con 45ºC por las horribles y aburridas carreteras Francesas y Alemanas.

Quedándome en casa de la gente, además de poder conocer un poquito de sus vidas y cultura desde su propia perspectiva, me ahorré algo que no esperaba, una gran parte de las comidas que, si bien aun no estaba en los países más caros, ya me hacía pensar que la tónica sería la misma ahorrándome un gran pellizco en el presupuesto, dado los altos precios de los países nórdicos.

En el norte de Alemania, saliendo de Rendsburg, ya tenía el cuentakilómetros roto por una caída estúpida de las mías, en parado y una gran nube que tiraba agua y granizo como si no hubiese mañana. Menos mal que al menos el GPS funcionaba y los problemas, por desconocimiento de su uso, de los primeros días los había solucionado. Así llegue a Dinamarca, pero así llegué también a Suiza y seguí hasta Noruega. El agua, después del sofocante calor de los primeros dos países, ha sido al tónica dominante.

Al menos, pese a la incesante lluvia, al llegar a Noruega la carretera cambiaba. O mejor dicho, dejaba de ser aburrida autopista para convertirse en carretera. Empezaban los pinos a asomarse, lagos, curvas, casitas pintorescas y cuernos de reno colgados de los pinos colindantes a la carretera. Se agradecía después de 3000 aburridos kilómetros.
La gente que iba conociendo y me iban alojando, no era tan diferente de la que me alojaba en el centro de Europa, ni de la que nos alojó los veranos anteriores en África (proyecto de autostop: Down Africa) o de la que nos alojó un año antes en Rusia (Transsiberian Project). Era gente muy hospitalaria, dadivosa, atenta y con ganas de conocer al viajero, su historia y su aventura y, más concretamente, qué me había llevado allí.

Tras haberme quedado en Malmo y Goteborg en Suecia, ya había tenido bastante dosis de grandes ciudades, así que traté de buscar alojamiento en ciudades más pequeñas o pueblos. El problema es que suele ser más difícil encontrar couchsurfers allí. Lo bueno es que si los encuentras la experiencia suele ser increíble. Y no fue para menos, durante el viaje de ida hacia Cabo Norte, en todos los países en los que paré tuve experiencias muy diferentes con la gente. Con cada uno hice actividades diferentes, entre ellas: Ir a una concentración de tractores clásicos (no sabía ni que esas cosas se hacían con tractores), alpinismo, ciclismo, ir a conciertos, picnics, pesca, ciclismo de montaña, buscar setas, aprender cosas sobre el rescate de comida en buen estado desechada en los supermercados como estilo de vida, arreglé tejados, me di baños en el gélido más ártico y un largo etc.

No todo iba a ser andar en moto en plan psicorider. Lo bonito de un viaje, además de la actividad y la satisfacción de ir en moto, es poder compartir con los locales sus propias vidas o, al menos, una pequeña parte de ellas. Conocer cómo viven, qué comen y por qué piensan como piensan. Yo, al menos, busco eso también en una viaje y de eso he tenido un montón de experiencias.
En cuanto al tiempo, precioso tiempo de verano nórdico, agua, frío y a ratos, tan solo, nublado. Perfecto para ver los países nórdicos en su estado habitual de verano. Hubiese sido un tanto raro, aunque fuese mejor para andar en moto y disfrutar más del paisaje, que me hubiese salido soleado y 22 grados cada día. Así que lo vi como lo tenía que ver, de mala manera. Y lo disfruté como lo tenía que disfrutar, a tope! ;)

La subida, por Noruega fue tan increíble que acabé con la mandíbula desencajada de abrirla tanto y tanto tiempo. Sin embargo, la bajada por Finlandia, me gustó más por la gente que por los paisajes que resultaban muy monótonos y no ayudaba mucho el hecho que fuese tan recto y plano. Eso sí, la gente, como decía espectacular. No sé si tanto por apariencia como por forma de ser. tendrán fama de gente cerrada pero yo me he encontrado una gente amable y volcada en mi, en todos los lugares que paré. Allí pude probar exquisiteces típicas de allí que, de no haberme quedado en casa de esas personas no hubiese sido posible, hice kayak, senderismo, salí de fiesta, hice turismo y traté de subir el ánimo y el nivel de autoconfianza de una chica que había sido maltratada. Como veis, el viaje da para hacer muchas cosas diferentes.

De Helsinki pasé en ferry a Tallin que me habían dicho que era precioso, pero que tendré que volver para verlo alguna otra vez porque, al final, me alojaron a 20 kilómetros de allí y estuve tan a gusto con ellos viendo cosas por los alrededores y haciendo barbacoas, que no me acerqué al centro. Y, de Tallin, a Elva donde en casa de la familia de Siivi, tuve la oportunidad de ejercer de profesor de lengua castellana a un par de jubiladas que viajarían en un par de meses a Ecuador y Perú. Allí, además, Alar, el marido, también motero, me ayudó a buscar unas cubiertas para mi moto y un taller que pudiera ayudarme a cambiarlas y hacer un cambio de aceite y filtro antes de continuar al día siguiente.

Y de ahí pasé por Polonia, visitando Varsovia y Krynica-Zdroj, para ir después a República Checa a tomar cervezas y confirmar lo que ya vi la anterior vez que estuve allí, que la gente allí es genial, sobre todo fuera de la capital. Allí, además, me llevaron a ver algún pequeño pueblo de la zona y su castillo y rutas de vestigios prehistóricos.
Luego pasaría a Alemania, con única parada en Mannheim, donde volvería a reencontrarme con Vanessa la couchsurfer que me alojó en Gummerbach a la subida. Fue bonito volver a verse. Pero al día siguiente tenía que seguir hacia París, donde me esperaba Maija, otra couchsurfer que conocí hace un año en Bilbao y a la que di un pequeño paseo por Portugal y sur de España. Que buenos son siempre los reencuentros.

Pero ya sentía que se me acababa el viaje, pues de París conduciría hasta Tarnos para hacer una visita rápida a Alex, tomar unas cervezas y echar unas risas para al día siguiente llegar a Bilbao. Vuelta  al curro, al menos un último año más.... y después... y después el Mundo.

Si queréis leer la historia completa: CABONORTE.TRAPLA.ORG

Para seguir mis viajes en vídeos: https://www.youtube.com/channel/UCkZgH0FFxItoNqoo794wp2Q



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